viernes, 14 de junio de 2013

Reflexión semanal sobre la Fé



¡ PODEMOS!

Martes, 11 de junio de 2013

Mis queridos amigos, el pasado domingo, ante el monumento del Sagrado Corazón de Jesús de San Juan de Aznalfarache, tuve la dicha de confesar a un joven que dentro de unos días hará selectividad, vaya desde aquí un aliento de ánimo a todos los estudiantes. El joven estaba nervioso y en la conversación que mantuve con él en varias ocasiones dijo: ¡no puedo!, ¡no puedo!...
 
 
Después de intentar animarle y darle algunos consejos… me quedé pensando que nosotros en muchas ocasiones decimos no puedo: No puedo arreglar la situación en mi vida. No puedo hacer las paces con esa persona. No puedo conseguir afrontar tal actividad. No puedo entenderme con mi jefe, o con mis padres, o con mi hijos, o con mi pareja. No puedo conseguir solucionar tal dificultad. No puedo vencer tal obstáculo que me paraliza. No puedo aprobar tal examen. No puedo cambiar mi forma de ser. No puedo dejar de fumar. No puedo conseguir vencer tal barrera…. Nuestras vidas están llenas de muchos “no puedo”.  Decía Facundo Cabral “no digas no puedo ni en broma, porque el inconsciente no tiene sentido del humor, lo tomará en serio, y te lo recordará cada vez que lo intentes” .
 
 
Un cristiano no puede decir no puedo, tiene que decir voy a intentarlo. Un  cristiano es aquel que afronta los retos desde la fe, desde la certeza que, como decía San Ignacio de Loyola, “trabajaré como si todo dependiera de mí y oraré como si todo dependiera de Dios”. Un cristiano es aquel que confía, que lucha, que no tira la toalla, que afronta los retos desde la positividad y desde el convencimiento de que, pase lo que pase, lo ha intentado. Y eso no significa que el éxito esté asegurado, pero al menos lo habremos intentado, con esperanza y  fe. Decía Teresa de Calcuta que la misión de un cristiano es la de intentarlo, siempre intentarlo, no se puede decir no puedo. San Pablo es prototipo de ese si puedo, él decía : “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” Fil 4,13.
 
 
Hay una historia de Jorge Bucay que me hizo mucho pensar, dice así:
 
 
“Cuando yo era pequeño me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los circos eran los animales. Me llamaba especialmente la atención el elefante que, como más tarde supe, era también el animal preferido por otros niños. Durante la función, la enorme bestia hacía gala de un peso, un tamaño y una fuerza descomunales... Pero después de su actuación y hasta poco antes de volver al escenario, el elefante siempre permanecía atado a una pequeña estaca clavada en el suelo con una cadena que aprisionaba una de sus patas. Sin embargo, la estaca era sólo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos  centímetros en el suelo. Y, aunque la cadena era gruesa y poderosa, me parecía obvio que un animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su fuerza, podría liberarse con facilidad de la estaca y huir. El misterio sigue pareciéndome evidente. ¿Qué lo sujeta entonces? ¿Por qué no huye? 
 
Cuando tenía cinco o seis años, yo todavía confiaba en la sabiduría de los mayores. Pregunté entonces a un maestro, un padre o un tío por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado. Hice entonces la pregunta obvia: «Si está amaestrado, ¿por qué lo encadenan?». 
 
No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente. Con el tiempo, olvidé el misterio del elefante y la estaca, y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho esa pregunta alguna vez. 
 
Hace algunos años, descubrí que, por suerte para mí, alguien había sido lo suficientemente sabio como para encontrar la respuesta: 
 
El elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que era muy, muy pequeño. Cerré los ojos e imaginé al indefenso elefante recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de  que, en aquel momento, el elefantito empujó, tiró y sudó tratando de soltarse. Y, a pesar de sus esfuerzos, no lo consiguió, porque aquella estaca era demasiado dura para él. Imaginé que se dormía agotado y que al día siguiente lo volvía a intentar, y al otro día, y al otro... Hasta que, un día, un día terrible para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino. 
 
Ese elefante enorme y poderoso que vemos en el circo no escapa porque, pobre, cree que no puede. Tiene grabado el recuerdo de la impotencia que sintió poco después de nacer. Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese recuerdo. Jamás, jamás intentó volver a poner a prueba su fuerza... "
 
 
Todos somos un poco como el elefante del circo: vamos por el mundo atados a cientos de estacas que nos restan libertad. Vivimos pensando que «no podemos» hacer montones de cosas, simplemente porque una vez, hace tiempo, cuando éramos pequeños, lo intentamos y no lo conseguimos. Hicimos entonces lo mismo que el elefante, y grabamos en nuestra memoria este mensaje: No puedo, no puedo y nunca podré. Hemos crecido llevando ese mensaje que nos impusimos a nosotros mismos y por eso nunca más volvimos a intentar liberarnos de la estaca. Cuando, a veces, sentimos los grilletes y hacemos sonar las cadenas, miramos de reojo la estaca y pensamos: No puedo y nunca podré.”
 
 
Jesús de Nazaret nos dice: “PODÉIS, CLARO QUE PODÉIS. Podéis ser hombres nuevos, podéis vencer el mal, podéis empezar de nuevo, podéis reconstruir el mundo e ilusionar a los demás, y vencer los obstáculos, y romper las cadenas y afrontar el futuro, y mirar con ojos nuevos, y … podéis, claro que podéis…. Podéis sembrar esperanza y hacerlo todo nuevo, y afrontar nuevos retos, y poneros en camino. Podéis, claro que podéis, podéis porque yo, el Señor, estoy a vuestro lado y siempre estaré con vosotros”.
 
 
Podemos, no tengáis miedo. Buena semana a todos.
 
 
Adrián Sanabria

Fuente: http://www.archisevilla.org/

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